La oferta de conciertos de Metal ha crecido considerablemente en los últimos años. Desde los festivales grandes organizados por los promotores de siempre, hasta bandas trve que no hubiéramos imaginado ver y que de pronto están tocando en El Circo Volador, en el Foro Indie Rocks! o en el Sala Corona. Y justo fue el Sala el venue testigo de la devastación que cubrió a la colonia Roma el pasado sábado. A escasas cuadras de la Glorieta de la Cibeles, los metaleros nos dimos cita para pasar una tarde pesada en la primera edición del Metal Devastation México, traído por Chamuco Producciones.

La promesa era grande, el día iría desde jóvenes propuestas de la escena mexicana hasta las bandas más esperadas: Incantation, los alemanes de Nargaroth y los canadienses de Kataklysm que cerraban la noche. 

La tarde de metal empezó con los ganadores de la batalla de bandas: Longhorn Skull, quienes abrieron con su sonido groove, dándole la bienvenida a los primeros asistentes que poco a poco iban tomando posesión del lugar. Fue el turno de Monarca de los Malditos quienes, cantando en español, llenaron el Sala con el rápido sonido de su primer álbum homónimo. Siguió Nunca Digas Muere haciendo sonar todo el poder de su Deathcore. La cuarta banda en el escenario fueron los Queretanos de Matalobos quienes ganaron el apoyo de la audiencia con un Doom precisamente ejecutado, una voz arrastrada y un sonido muy bien logrado. Regresó el Deathcore, esta vez de la mano de los duranguenses de All Misery quienes brutalmente se apoderaron del escenario. 

¡Gran actuación la que dieron las bandas nacionales! 

Se acercaban las cuatro de la tarde y la presentación de las bandas internacionales. Los metaleros entraban y salían del Sala para arremeter contra la excelsa oferta gastronómica de la calle Puebla. Porque no sólo de cerveza vive el rock. 

Fue Skullcrack y su cruce de thrash / punk / hardcore los encargados de abrir escenario para las bandas internacionales. Un inicio brutal que alertó al público que lo que venía por delante iba a volar cabezas. Siguió una acribillante DeathCore con el sonido californiano de Crematorium y la brutal franqueza sonora de Fit for an Autopsy.

El día se oscureció cuando los brasileños de Power from Hell, presentando su disco Profound Evil Presence (2019), ocuparon el escenario con una avasalladora sesión de Black Metal que unió a la audiencia en un mismo headbang; el cierre de su participación fue un tributo a los padres del Black Metal: toda la densidad de Satan my Master de Bathory cayendo sobre el Sala. 

Pasaban de las siete cuando el Sludge Metal de EyeHateGod se hizo presente. Un pasadísimo Mike Williams levanta el micrófono, alguien comenta “ahora sí se va a caer” y sí, claro que cae pesado, pero con esa manera de cantar, mezcla de furia y delirio, que lo ha hecho símbolo de la escena en su natal New Orleans. El bajo retumba, la guitarra  de Jimmy Bower viaja y la batería nos clava, mientras que las matas se entretienen rozando el suelo que ya empieza a sentirse pegajoso.

“Yo sólo vine a verlos a ellos” –dice algún fan– mientras Incantation ocupa su lugar en el escenario. John McEntee, visiblemente feliz de estar en México, inicia una aniquilante presentación. Los alucinados fans lanzan sus cuernos al aire acentuando los golpes de la batería y dejándose llevar por el hipnótico bajo de Luke Shively. Un escenario cubierto de humo acentúa la participación de la legendaria banda que no decepcionó, con un show que tuvo desde clásicos hasta su material más reciente. ¡El Sala retumbó con su Death Metal!

Ya son las 10 de la noche. Más de un metalero pasado de chelas aguarda a los alemanes. Dos cabezas de cerdo en estacas y el peculiar olor a carne muerta ambientan el soundcheck que se alarga, los fans empiezan a impacientarse mientras unos ojos vacíos de cerdo miran hacia el Sala que ya se ve lleno. Y entonces, Nargaroth ocupa su lugar en el escenario para recitar su poesía oscura sobre los sedientos asistentes. Todas las cabezas se mueven –excepto las de los cerdos, claro–, el mal se hace presente y en una sola oración todos levantamos los cuernos para honrar el negro poder del Black Metal.

Llegó el final. Los pies ya apretados por los zapatos, las cabezas nubladas en cerveza y los corazones retumbando con la energía más chingona: esa que sabe a puro metal.

Llega Kataklysm a cerrar el festival. Amables, canadienses y brutales. El público recupera la energía y las matas vuelven a bailar para entregarse a la brutal explosión venida del norte del continente. El tornado al centro de la pista se deja girar con fuerza, los brazos chocan, alguien cae y diez manos se estiran para levantarlo, es la hermandad de los riffs pesados la que nos une, la alegría de estar vivo y metaleando. Alguien logra subirse al escenario, la seguridad se acerca, pero reacciona más rápido el vocalista Maurizio Iacono que recibe al emocionado fan en un enorme abrazo. Pura energía y un brutal show el que dieron los canadienses, un cierre masacrador para la primera edición de este festival que, sobra decirlo, empezó sonando fuerte.

Brutal día de metal, ahí casi esquina Puebla e Insurgentes. 

Y también hay que decirlo, la producción del festival se lució. La entrada y salida muy bien organizada, el lugar se sentía seguro, los asistentes matearon ñeramente, bebieron a gusto o se sentaron a platicar mientras esperaban a la siguiente banda; los dos o tres derrotados en el mosh fueron puestos en resguardo inmediato por la seguridad del evento. Los tiempos entre bandas, con una o dos excepciones, fueron breves y precisos. Algunas bandas que empezaban con fallas de audio eran ajustadas en las primeras rolas, logrando una experiencia auditiva bastante bien armada. El Sala funcionó perfecto. Los baños limpios y la venta de cerveza, palomitas y tragos fue rápida y sin largas filas. Se ofreció bastante mercancía oficial para los que quisieron llevar un souvenir del bonito evento. El caos y la “destrozadera” se quedó en oídos y cuellos, porque el resto del evento estuvo muy bien producido… ¡aplausos para los organizadores!